Drama e incertidumbre: un día en la vida de un venezolano

Colección Semanal #10


"La incertidumbre es casi peor que el dolor, como tal vez comprendas algún día."


Elizabeth Kostova


María, una madre soltera con dos hijos. Los padres de los chiquitines desde hace mucho tiempo no los ve. Al parecer ellos sólo cumplieron la función de darle un hijo y marcharse como suele suceder en innumerables casos que parecieran ser una constante en Venezuela. El día martes, al ser casi las seis de la tarde y llegando María del trabajo luego de haber pasado por sus dos niños en una casa cerca del barrio, llega a la casa de su mamá –abuela de sus niños- para prepararles algo de comer y alistarse rápido para comenzar la odisea de conseguir alimentos para ella, sus niños y su madre.

Luego de haber cocinado unos plátanos cubiertos con gotas de queso y acompañado con un vaso de jugo de guayaba, María sale de su casa a las siete y media de la noche con el fin de llegar lo más pronto al Mercal que está abajo en la avenida. Al llegar, María busca rápidamente la hoja para anotar su nombre y apellido y saber cuál fue el número que le tocó para comprar lo que llegue al día siguiente de alimentos. Al hacerlo, identifica que es el número cuarenta y dos, siendo apenas las ocho de la noche del día martes. Sin embargo, está tranquila porque sabe que si todo sale bien ella entrara en el primer lote de los cincuenta para comprar lo que consiga.

María, debe pasar una noche fuera de casa, con lo necesario y rogando a Dios que nada malo suceda en el transcurso de la noche con ninguno de los que está cuidando su lugar para el día siguiente comprar comida. Sus hijos, quienes se quedaron con su abuela en casa, no saben porque su madre sale un día antes para comprar algo de comida pero empiezan a ver que todas las semanas sucede lo mismo y que quizás dentro de unos años ellos deban acompañar a su madre en dicha travesía.

Cerca de las tres y media de la mañana, María se percata de la gran cantidad de personas que empieza a llegar al Mercal. Ve además, como otras personas  empiezan a decir que junto con ellos vienen amigos y familiares que llegarán más tarde. Casi amaneciendo, ya son más de cuatrocientas personas que rodean el Mercal y la tensión por saber que llegará de alimentos empieza a reflejarse en el rostro de cada uno de los que se encuentra esperando.

María, observa como delante de ella hay más de cincuenta personas a pesar de que ella fue la número cuarenta y dos a las ocho de la ocho del día anterior cuando se anotó en la lista. Cercano a las siete de la mañana empiezan a llegar trabajadores de Mercal, quienes piden se organicen todas las personas en la cola para agilizar el proceso al momento de abrir el abastecimiento.

María y otras personas piden que se organicen en la cola. Varias personas gritan que no se coleen y que hagan su cola. El desorden empieza a ser eminente. La angustia, el drama y la incertidumbre en las personas que están en la cola por saber que se venderá se reflejan en rumores. Unos dicen que hay harina y arroz. Otros –un poco más optimistas- dicen que hay de todo, es decir, azúcar, harina, arroz, leche en polvo y mayonesa.

A las ocho y media de la mañana, tres trabajadores del Mercal salen fuera del establecimiento y piden orden en la cola ya que de esa forma no podrán vender la mercancía que llegó. Las personas piden a gritos saber que hay. Los trabajadores le dicen a las personas que sólo se venderá por terminal de cédula y que en dicho día corresponden los terminales 4 y 5. Además dicen que sólo se venderán dos productos por personas. Al comunicar lo que venderán mencionan, hay arroz, pañal y jabón en polvo.

Varias personas quedan un tanto insatisfechas porque tenían la esperanza de conseguir “de todo”. Sin embargo, otros en la cola rumorean que será un buen día ya que el día anterior solo vendieron pasta. María, quien a lo lejos pudo escuchar lo que venderán, piensa en otros lugares para visitar luego de comprar en el Mercal ya que, a pesar de conseguir esos productos, sabe que para llegar a casa necesita hacerlo con más comida para poder llegar a la próxima semana que pueda volver a batallar para salir a comprar alimentos.

Triste, disgustada y con mucha impotencia, María sale casi a las dos de la tarde del Mercal. A pesar de que llegó el día anterior y era la número cuarenta y dos. Entre los que se colearon, los amigos y familiares que llegaron de las personas que estaban delante de ella y los llamados bachaqueros, terminó siendo casi la número doscientos en entrar. Aunado a lo anterior, solo pudo alcanzar a comprar arroz y jabón en polvo pues los pañales sólo alcanzó para las primeras cincuenta personas.

María sabe además que ir a otro lugar a esa hora no servirá de mucho ya que las colas en otros establecimientos son kilométricas. Por eso decide comprar algunas cosas a los buhoneros antes de subir a su casa. Por lo pronto María sólo ve con ansias que sea martes otra vez y espera salir un poco más temprano para poder estar dentro de las primeras veinte personas y así poder tener un poco más de suerte en lo que inciertamente pueda llegar de alimentos el próximo miércoles.

Al llegar María a su hogar –con mucha hambre pero también llena de impotencia por no llevarle a sus hijos y madre lo que ella quisiera- se acuesta a descansar para levantarse al día siguiente a las cuatro de la mañana y preparar la lonchera de sus dos niños y alistarse ella para marcharse a la casa de familia donde trabaja haciendo labores de limpieza.

No es María un caso aislado, tampoco es el total de las vidas que hacen vida en Venezuela. Pero si es María un caso generalizable que narra la historia, no de unos cuantos venezolanos, sino, de unos cuantos millones de venezolanos que solo buscan un poco de paz, tranquilidad y comida. Sólo eso, paz, tranquilidad y comida…
Link de imágenes:

http://www.forbes.com.mx/la-crisis-tiene-a-venezuela-contra-la-pared/
http://notihoy.com/dias-de-drama-e-incertidumbre-enfrenta-el-pueblo-de-ecuador/

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About Francisco J. Julio R.

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